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Reunión crucial el 23 de mayo

Barcelona retoma el reto de brindar por fin a la Sagrada Família su escalinata

El ayuntamiento convoca a los vecinos afectados el 23 de mayo, que aceptaron como mal menor un plan del anterior gobierno, hasta ahora desconocido

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La Sagrada Família, vista desde la calle de Aragó, desde donde debería abrirse, según el PGM, una avenida hasta el templo.

La Sagrada Família, vista desde la calle de Aragó, desde donde debería abrirse, según el PGM, una avenida hasta el templo. / JORDI OTIX

Carles Cols

Carles Cols

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Será dentro de una semana, en una reunión no anunciada y a puerta cerrada, donde quizá comience a desovillarse el futuro más incierto de la Sagrada Família, es decir, cómo será arquitectónicamente la escalinata que dará acceso al templo por encima de la calle de Mallorca y, en consecuencia, cuántos vecinos deberá contratar una empresa de mudanzas aunque sea para reubicarse a un par de manzanas de distancia.

La reunión del próximo jueves 23 de mayo es, dicho metafóricamente, explosiva. El gobierno de Ada Colau, a través de su arquitecto en jefe, Xavi Matilla, esbozó una solución que la asociación de vecinos de la Sagrada Família encajó como aceptable y que después fue presentada a la junta directiva del templo, que, sin mostrar entusiasmo, reconoció que era un punto de partida con el que empezar a desencallar el conflicto. Entre otras razones porque por fin el sector más reacio a la escalinata (con excepción de algunos vecinos) la reconocía inevitable.

Aquel conjunto de ideas plasmadas en planos municipales han permanecido ocultas hasta ahora, como una bomba de relojería. La teniente de alcalde Laia Bonet y arquitecta jefa Maria Buhigas tienen ante sí el reto de cortar el cable rojo o el azul, o sea, dar por buena esta herencia recibida del ‘colauismo’ o corregirla más al gusto de los intereses de la Sagrada Família.

Pancartas de protesta en la finca de la calle de Mallorca más directamente afectada por el proyecto de la escalinata.

Pancartas de protesta en la finca de la calle de Mallorca más directamente afectada por el proyecto de la escalinata. / JORDI OTIX

El conflicto de fondo es bien conocido en la ciudad. El Plan General Metropolitano de 1976 reservó un amplio paseo de dos manzanas de longitud para que desde la avenida de la Diagonal se accediera a la que en realidad será algún día la entrada principal del templo, por la calle de Mallorca, por la llamada Façana de la Glòria. En el calendario de obras no está previsto que esté terminada como mínimo hasta dentro de 10 años. La idea de reservar esa suerte de gran salón de entrada ya fue sugerida en 1916, cuando la Sagrada Família era un proyecto incipiente, pero eso no impidió que todo ese espacio fuera ocupado por fincas residenciales.

¿Qué presentó el anterior gobierno municipal a la asociación de vecinos para que no frunciera el ceño? Aunque las alternativas fueron varias, hubo al menos una que satisfizo a los afectados y que se resume, a grandes trazos, así. Primero: la escalinata alcanzaría solo a la primera manzana, la situada entre Mallorca y València. Segundo: ese salón de entrada al tempo sería a través un paseo de solo 40 metros anchura, nada que ver con propuesta anteriores de máximos, de 60 metros. Con esta amplitud, las fincas situadas en los laterales de las manzanas no se verían afectadas y se reduciría el número de ‘desplazados’.

Tercero: aunque la cifra habría que concretarla con más precisión, las mudanzas serían solo unas 200 y el lugar de destino sería la manzana contigua, entre Marina y Lepant, que con el tiempo y mirada previsora ya compró la Sagrada Família en su día. En este punto, el tercero de la lista, merece la pena subrayar que no fueron analizadas todas las casuísticas. ¿Tienen derecho a realojarse en el barrio solo los residentes que son dueños de su piso? ¿Los arrendatarios también? ¿La propiedad de un apartamento turístico, que no pocos en la zona, da derecho a obtener a cambio otro piso?

Con independencia de cuáles sean las respuestas a esas preguntas, Gabriel Mercadal, dirigente vecinal de la Sagrada Família, subraya que lo crucial es que en el acuerdo quedaba meridianamente claro que los afectados no serían desenraizados del barrio. En este punto hasta conviene añadir un apéndice. Ser vecino del templo y, por lo tanto, compartir las calles con millones de turistas cada año es sin duda un engorro. ¿Por qué quedarse? “Por las noches se duerme bien, no hay ruido”, dice un muy pragmático Mercadal.

Cuarto: Aunque la escalinata no se prologará arquitectónicamente hasta la calle de Aragó, ese solar está afectado en la planificación urbanística, por eso los vecinos, tras consultar su viabilidad con un despacho de arquitectos, terminaron por añadir un interesante uso para esa manzana. Convertir el corazón de ‘isla’ en un interior de manzana y, debajo, crear un aparcamiento subterráneo de autocares con capacidad, en el mejor de los casos, para una sesentena de vehículos. Se resolvería así, de propina, uno de los principales motivos de queja de los residentes, el estacionamiento de los autocares, recientemente trasladado a Marina como mal menor.

Todo este gran tetris, en el que intervendrían algunos solares más del barrio y los espacios ganados en la nueva Diagonal, tienen que, por decirlo de algún modo, sumar cero: es decir, que el cómputo global de metros cuadrados verdes y de equipamientos sean los que el PGM de 1976 exige.

La cuestión, en definitiva, es que la opción de que la escalinata quedara en una suerte de limbo urbanístico ‘ad eternum’ parece conjurada. La otra cuestión es qué avales debe tener la solución que se adopte para que no sea coyuntural de un momento político, en función del color del alcalde del momento. Esa reflexión la pone sobre la mesa, más o menos con esas palabras, el arquitecto Enric Massip, una voz muy autorizada en esta materia porque él fue el responsable de elaborar una propuesta para la escalinata bajo el mandato de Xavier Trias como alcalde.

Las diferentes fórmulas que salieron de su despacho profesional son distintas a las de su colega de profesión Xavier Matilla, pero lo muy interesante de aquel exhaustivo trabajo eran las reflexiones previas que realizaba sobre cuál era la manera en que Gaudí había encarado el proyecto.

Para Gaudí, según Massip, acercarse a la Sagrada Família debía ser un descubrimiento progresivo. La premisa, dicho bravamente, sería no caer en el error que cometió años después Roma cuando Benito Mussolini se propuso refundar urbanísticamente la capital italiana y abrió, a golpe de piqueta, la avenida de la Conciliación de manera que la visión casi completa de la basílica de San Pedro se tiene ya desde una gran distancia. Eso no era en absoluto lo que más sabiamente había previsto Bernini en su día y que, adaptado a la realidad cuadriculada del Eixample, Gaudí deseaba. Según Massip, lo trascendente del momento actual es que lo que se decida quedará ya como solución definitiva. “Esto debería ser un pacto de ciudad”, afirma.

No deja de resultar curioso, en este sentido, que la única mirada completa desde una relativa distancia a pie de calle sea la que se obtiene desde la avenida Gaudí, más que nada porque es la esquina más insustancial del templo. Las dos fachadas laterales, del Nacimiento y de la Pasión, se pueden contemplar desde sendas plazas. La principal es la que está por definir.

El pasaje de Font, que en caso de abrirse paso la escalinata, desaparecerá.

El pasaje de Font, que en caso de abrirse paso la escalinata, desaparecerá. / JORDI OTIX

Con todos estos antecedentes, la reunión que la próxima semana presidirá Laia Bonet resulta especialmente interesante, sobre todo porque no es el primer paso que da para que este sea quizá el mandato municipal de la Sagrada Família. Bonet se reunió con la Sagrada Família en marzo y en abril. No solo estaba sobre la mesa de aquellos encuentros la cuestión urbanística. Se abordó también otra más urgente para los vecinos de la zona, la de la movilidad. Quizá su próximo paso sea sentar en una misma mesa a las dos partes, a los responsables de las obras de continuación del templo y a los afectados, una cumbre que solo tiene un precedente cercano en 2019, justo antes de la pandemia.

Pero primero está en la agenda del próximo 23 de mayo la reunión con los afectados. Bonet les recibirá con la premisa de que el último esbozo realizado en época Colau es solo uno más, tan interesante como lo puede ser el anterior, de Enric Massip. “Lo que sí es firme es nuestra voluntad de encarar el diálogo con la junta constructora y los vecinos para abordar una situación de provisionalidad que la ciudad hace años que tiene pendiente”, adelanta la primera teniente de alcalde.